El mito del desempleo masivo
Cada revolución tecnológica desata temores sobre la desaparición del trabajo. Ocurrió con la máquina de vapor, con la electricidad, con la computadora personal y ahora con la inteligencia artificial. En América Latina, los titulares alarmistas abundan: “La IA destruirá millones de empleos”. Sin embargo, la historia demuestra que las tecnologías no eliminan trabajo humano en bloque; lo transforman.
La pregunta relevante no es cuántos empleos desaparecerán, sino qué nuevos empleos surgirán y si los países estarán preparados para ocuparlos.
Una ventana para los países intermedios
En entrevista con El País, el historiador Siva Vaidhyanathan sostuvo que la IA representa una oportunidad única para los países que no forman parte del “club de gigantes” (EE.UU. y China). “Los países intermedios tienen la posibilidad de diseñar modelos propios, centrados en resolver problemas locales”, explicó.
Para América Latina, esto significa dejar de ser usuaria pasiva de algoritmos extranjeros y apostar por soluciones propias en áreas como:
Casos concretos y potencial de impacto
Chatbots médicos y diagnósticos por imagen asistidos por IA permiten que comunidades rurales reciban atención básica sin depender de largas distancias a hospitales urbanos.
Estos ejemplos muestran que la IA no es solo para Silicon Valley. América Latina puede convertirse en laboratorio global de innovación social.
La trampa de la dependencia tecnológica
El riesgo es claro: si la región se limita a importar software y plataformas creadas en otros continentes, quedará atrapada en una dependencia estructural. Esto implica: Pérdida de soberanía de datos, Adaptación forzada a algoritmos no diseñados para contextos locales,Exposición a sesgos culturales ajenos.
La única forma de evitarlo es invirtiendo en talento propio, en universidades y centros de investigación, y generando incentivos fiscales para startups que trabajen en soluciones de IA desde y para la región.
Europa como socio natural
Aquí surge un puente estratégico: Europa. A diferencia de EE.UU. y China, que compiten por hegemonía tecnológica, la Unión Europea promueve una IA ética y regulada, con foco en derechos humanos y protección de datos. Esto encaja con la necesidad latinoamericana de un modelo democrático y social de la IA.
España y Portugal pueden ser la puerta de entrada para programas conjuntos de investigación, formación de talento y transferencia tecnológica. Convocatorias como Horizonte Europa, EIC Accelerator o los programas de cooperación de la Agencia Ejecutiva Europea en los ámbitos de educación y cultura (EACEA) representan fuentes de financiación que América Latina debería aprovechar.
El empleo del futuro: nuevos roles para nuevas realidades
La narrativa de la “IA que destruye empleos” suele ignorar los trabajos que ya se están creando:
América Latina puede liderar en la creación de estos perfiles si invierte en educación técnica, alianzas universidad-empresa y programas de becas internacionales.
La urgencia de una regulación propia
El otro gran desafío es la gobernanza. La región necesita marcos regulatorios que: Protejan los datos de los ciudadanos, Eviten la concentración tecnológica en pocas empresas extranjeras, Promuevan innovación sin burocracia excesiva, Incorporen principios éticos y de equidad social.
México, Brasil y Chile ya discuten leyes de IA, pero falta una visión coordinada a nivel regional. Sin integración, cada país legislará en solitario y perderá fuerza frente a las grandes corporaciones.
Una visión para 2035
Si América Latina apuesta por una IA con rostro propio, para 2035 podría liderar en áreas como: Tecnología ambiental ,Educación inclusiva, Salud digital comunitaria, Agroindustria sostenible.
Si no lo hace, corre el riesgo de convertirse en un simple mercado cautivo de plataformas extranjeras, reproduciendo desigualdades y perdiendo soberanía digital.
Oportunidad o espejismo
La inteligencia artificial no es el fin de los empleos en América Latina. Es la oportunidad de diseñar un nuevo modelo de desarrollo, uno que combine innovación tecnológica con inclusión social y respeto ambiental.
La decisión está en manos de gobiernos, universidades, empresas y sociedad civil: o construyen juntos una IA con rostro latinoamericano, o se resignan a importar algoritmos ajenos que poco entienden de las montañas andinas, la selva amazónica o los barrios populares de nuestras ciudades.
El futuro no está escrito. La IA puede ser amenaza o herramienta. La diferencia la marcará la capacidad de la región para apropiarse de la tecnología y convertirla en motor de desarrollo con identidad propia.
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