América Latina es una de las regiones más biodiversas del planeta, pero también una de las más vulnerables a los efectos del cambio climático. Sequías prolongadas, deforestación acelerada, contaminación urbana y pérdida de especies configuran un panorama alarmante.
Al mismo tiempo, la región se encuentra en un proceso desigual de adopción tecnológica. Mientras países como Brasil, Chile y México avanzan en estrategias nacionales de inteligencia artificial, otros apenas comienzan a explorar las oportunidades que ofrece esta herramienta.
La agricultura representa más del 10 % del PIB regional y es fuente de empleo para millones de personas. Sin embargo, enfrenta grandes riesgos por la variabilidad climática. La IA se está posicionando como una aliada del campo.
En Argentina, startups agrotech utilizan algoritmos que procesan imágenes satelitales para optimizar el uso de agua y fertilizantes. En Brasil, sistemas de visión artificial detectan plagas en cultivos de soja con semanas de anticipación, reduciendo pérdidas millonarias. En Colombia, drones equipados con sensores inteligentes ayudan a los caficultores a predecir cosechas y mejorar la calidad del grano.
La llamada “agricultura de precisión” está redefiniendo la producción alimentaria: menos desperdicio, mayor productividad y un impacto ambiental reducido.
La Amazonía, que se extiende por nueve países sudamericanos, es uno de los territorios donde la IA se está probando con mayor fuerza. Proyectos de monitoreo satelital impulsados por organizaciones como Global Forest Watch utilizan inteligencia artificial para detectar patrones de deforestación casi en tiempo real.
En Perú, investigadores han creado un sistema que identifica sonidos de motosierras en plena selva para alertar a las autoridades. En Ecuador, la Universidad San Francisco de Quito lidera un proyecto con IA para rastrear jaguares mediante cámaras trampa y proteger corredores biológicos.
Estas iniciativas muestran cómo la tecnología puede convertirse en un aliado de la naturaleza, siempre que exista voluntad política y financiamiento sostenido.
La transición energética es otra de las áreas críticas donde la IA está generando impacto. Chile, líder en energías renovables, ha incorporado sistemas de inteligencia artificial para predecir la producción solar y eólica, equilibrando la oferta en la red nacional.
En México, proyectos piloto utilizan algoritmos para optimizar el consumo eléctrico en barrios enteros, reduciendo emisiones y costos para los usuarios. En Colombia, Medellín explora el concepto de “ciudad inteligente” con semáforos adaptativos que disminuyen la congestión y sensores que monitorean la calidad del aire en tiempo real.
Estas iniciativas no solo apuntan a la sostenibilidad ambiental, sino también a la creación de urbes más habitables y resilientes.
El despliegue de IA en clave ambiental enfrenta importantes obstáculos: Brecha tecnológica, la falta de infraestructura digital limita a países más pequeños y rurales. Dependencia tecnológica, gran parte de los sistemas de IA utilizados en la región son importados de Estados Unidos, Europa o China. Costos ambientales de la propia IA, entrenar modelos consume grandes cantidades de energía, lo que puede contradecir los principios de sostenibilidad. Privacidad y soberanía de datos, quién controla la información ambiental generada es un debate abierto.
“Existe el riesgo de que terminemos utilizando IA para la sostenibilidad mientras contribuimos al mismo tiempo al cambio climático por el gasto energético de los centros de datos”, advierte el investigador brasileño Ricardo Fonseca.
A pesar de las dificultades, América Latina tiene una oportunidad histórica: coordinar esfuerzos para integrar IA y sostenibilidad en una agenda común.
La CEPAL y el BID han propuesto plataformas de datos compartidos sobre biodiversidad y cambio climático, mientras que la Alianza del Pacífico discute la creación de estándares conjuntos para el uso ético de IA.
Una visión regional permitiría evitar duplicidades, compartir buenas prácticas y posicionar a Latinoamérica como un referente global en innovación verde.
Latinoamérica está en un punto de inflexión. La inteligencia artificial no es un lujo, sino una necesidad para enfrentar los desafíos ambientales del siglo XXI. Sin embargo, su implementación debe hacerse con una mirada ética, soberana y sostenible.
Como recuerda la metáfora de un proverbio amazónico, “la selva no necesita del hombre, pero el hombre sí necesita de la selva”. La IA, bien usada, puede ser la herramienta que permita a la región proteger su riqueza natural y proyectarse como líder mundial de un futuro verde.
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