Inversión de riesgo en Latinoamérica: ¿moda pasajera o futuro consolidado?

|

IMG 0298




América Latina pasó en pocos años de ser considerada un “mercado emergente rezagado” a convertirse en un destino prioritario para el capital de riesgo global. Fondos como SoftBank, Andreessen Horowitz, Kaszek y Monashees desembarcaron en São Paulo, Ciudad de México y Bogotá con maletas cargadas de dólares e ilusiones. La narrativa era clara: una población joven, mercados fragmentados y una digitalización acelerada constituían el escenario perfecto para startups escalables.

En 2021, en plena pandemia, se alcanzó un récord histórico: más de 15.9 mil millones de dólares invertidos en startups latinoamericanas, casi el triple de lo registrado en 2019. En pocos meses surgieron nuevos unicornios, las rondas millonarias se volvieron noticia frecuente y los emprendedores parecían tener el futuro asegurado.

Pero en 2022 la música cambió: la inflación global, la subida de tasas de interés y la contracción del crédito hicieron que el flujo de inversión cayera más de un 60 %. Startups que meses antes contrataban masivamente comenzaron a despedir empleados y a ajustar valuaciones. El péndulo pasó de la euforia a la incertidumbre.

¿Fue entonces la inversión de riesgo una moda pasajera o existe una base sólida que permitirá consolidar este ecosistema?


El crecimiento de la inversión de riesgo en la región se explica por una combinación de factores estructurales:

  • Demografía joven: más del 50 % de la población tiene menos de 35 años.
  • Digitalización acelerada: el uso de smartphones y plataformas digitales se disparó en la última década.
  • Mercados desatendidos: millones de personas sin acceso a servicios bancarios, seguros, salud y educación de calidad.
  • Casos de éxito iniciales: que demostraron que era posible escalar negocios tecnológicos en la región.

Ejemplos paradigmáticos:

  • Nubank (Brasil): fundado en 2013, se convirtió en el banco digital más grande del mundo, con más de 70 millones de clientes. Su salida a bolsa en Nueva York en 2021 fue histórica.
  • Rappi (Colombia): nacida en 2015 como app de domicilios, se expandió a 9 países y hoy ofrece desde pagos digitales hasta banca.
  • Kavak (México): revolucionó el mercado de autos usados con un modelo digital, alcanzando valoraciones superiores a los 8.000 millones de dólares.
  • Wildlife Studios (Brasil): escaló en el sector de videojuegos móviles, convirtiéndose en una de las compañías más grandes del mundo en su rubro.

Estos casos consolidaron la idea de que América Latina no solo era tierra de recursos naturales, sino también de innovación tecnológica con proyección global.


El contexto internacional cambió en 2022–2023. La Reserva Federal de Estados Unidos subió las tasas de interés, encareciendo el capital. Los fondos internacionales comenzaron a retraerse, priorizando mercados más seguros.

El efecto fue inmediato en América Latina:

  • Las rondas de inversión se redujeron en más de un 60 %.
  • Varias startups ajustaron valuaciones y despidieron personal.
  • La narrativa de crecimiento ilimitado se transformó en la necesidad de mostrar rentabilidad.

El caso de Rappi fue ilustrativo: tras años de expansión, enfrentó críticas por condiciones laborales y tuvo que replantear su estrategia para mostrar sostenibilidad financiera.


Mientras algunos fondos internacionales se retiraban, los fondos latinoamericanos mostraron mayor resiliencia. Kaszek Ventures (Argentina–Brasil): sigue liderando inversiones en fintech, salud y educación. Monashees (Brasil): pionero en impulsar empresas en etapas tempranas. ALLVP (México): apuesta por movilidad, fintech y salud digital. Magical Startups (Chile): con foco en innovación semilla.

Estos fondos, al tener raíces locales, comprendieron mejor las particularidades de la región y apostaron por modelos de negocio adaptados al contexto.


El ecosistema ya no depende únicamente de los grandes unicornios. Cada vez más startups en etapas tempranas reciben apoyo, especialmente en sectores de impacto social:

  • Ualá (Argentina): fintech que busca incluir financieramente a millones de usuarios no bancarizados.
  • Frubana (Colombia): conecta directamente a agricultores con restaurantes, reduciendo intermediarios.
  • Betterfly (Chile): combina seguros de vida con incentivos para hábitos saludables.
  • La Haus (México y Colombia): digitaliza la compra–venta de vivienda.

Estas iniciativas reflejan un cambio: los inversionistas no solo buscan escalabilidad, sino también impacto social y sostenibilidad.


El capital de riesgo no fluye de manera homogénea en la región:

  • Brasil y México concentran más del 70 % de la inversión.
  • Colombia y Chile ocupan posiciones secundarias, aunque con ecosistemas dinámicos.
  • Centroamérica y el Caribe permanecen casi invisibles en el radar del venture capital.

Esto plantea un reto: evitar que la “revolución emprendedora” se limite a pocas metrópolis y excluya a vastas regiones que también necesitan innovación.


Riesgos como la Inestabilidad política y económica: crisis recurrentes en Argentina, polarización en Brasil, inseguridad en México. Por consiguiente Falta de salidas (exits): pocos IPOs y adquisiciones, lo que limita los retornos de los inversionistas. La Dependencia del capital extranjero: gran parte de la inversión proviene de fondos internacionales, expuestos a shocks globales. Las Brechas sociales: riesgo de que la innovación beneficie solo a élites urbanas, sin resolver problemas estructurales de desigualdad.


Expertos coinciden en que la región mantiene un enorme potencial:

  • Sostenibilidad e impacto social: mayor interés en startups verdes y proyectos de inclusión financiera.
  • Deep tech: avances en biotecnología, inteligencia artificial y energías limpias.
  • Profesionalización del ecosistema: emprendedores con más experiencia, fondos más sofisticados y regulaciones en proceso de consolidación.
  • Regionalización: mayor cooperación entre países y bloques como la Alianza del Pacífico.

La inversión de riesgo en América Latina no fue solo una moda. Fue un boom real que dejó huellas profundas: una generación de emprendedores, fondos regionales más sólidos y un ecosistema que, aunque golpeado, no desapareció.

La región enfrenta el reto de transformar el entusiasmo en institucionalidad, el capital extranjero en inversión local, y los casos aislados en políticas públicas que fomenten innovación inclusiva.

Si lo logra, el capital de riesgo será motor de desarrollo sostenido. Si no, quedará como un espejismo más en la larga historia de promesas económicas incumplidas en América Latina.


Sin comentarios

Escribe tu comentario




No está permitido verter comentarios contrarios a la ley o injuriantes. Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios que consideremos fuera de tema.