Economía circular: la nueva frontera de la innovación en startups latinoamericanas

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La economía circular se presenta como una de las grandes esperanzas para enfrentar la crisis ambiental y transformar la manera en que producimos y consumimos. Frente al modelo lineal que se ha impuesto durante siglos, basado en extraer, fabricar, usar y desechar, la economía circular propone un ciclo en el que los materiales se reutilizan, se reciclan o se transforman en nuevos productos. En América Latina, este concepto ha ganado fuerza en los últimos años gracias a la creatividad de emprendedores que han encontrado en la innovación sostenible una oportunidad de negocio y de impacto social.


México ha sido pionero con la empresa Biofase, que desarrolla bioplásticos a partir de semillas de aguacate, ofreciendo una alternativa viable al plástico convencional y posicionándose en el mercado internacional. Chile se destaca con Solubag, creadora de bolsas solubles en agua, y con NotCo, que aplica inteligencia artificial para generar alimentos sostenibles. En Argentina, Sustentator trabaja en proyectos de energía solar accesibles para pymes y comunidades. En Colombia, Green Hug diseña mobiliario urbano a partir de plásticos reciclados, al mismo tiempo que involucra a comunidades vulnerables en el proceso de producción, generando empleo inclusivo. Brasil, con Agrosmart, aplica big data para hacer más eficiente la agricultura y reducir el uso de agua y pesticidas.


Estos ejemplos reflejan un movimiento que va más allá de la innovación empresarial. La economía circular en América Latina busca articular beneficios ambientales, económicos y sociales. Cada startup que apuesta por reutilizar residuos o transformar materiales no solo genera un negocio rentable, sino que crea empleos verdes, dinamiza economías locales y contribuye a reducir la dependencia de importaciones. Sin embargo, los obstáculos son significativos. La falta de financiamiento es uno de los principales: menos del diez por ciento del capital de riesgo en la región se destina a proyectos ambientales, lo que limita la capacidad de escalar modelos innovadores. Además, las regulaciones suelen estar rezagadas. Muchos países carecen de políticas claras que incentiven la reutilización de residuos o que promuevan la incorporación de materiales alternativos en las cadenas de producción.


La paradoja es evidente. América Latina es una de las regiones más ricas en biodiversidad, pero también una de las más contaminantes, con altos niveles de deforestación, emisiones y desechos plásticos. La economía circular aparece como un camino estratégico para equilibrar esa contradicción, ofreciendo un modelo que puede generar crecimiento sin destruir ecosistemas. Gobiernos como el de Chile han avanzado con una Estrategia Nacional de Economía Circular, mientras que Colombia desarrolla programas de reciclaje inclusivo con participación de cooperativas de recicladores. Uruguay y Costa Rica, con su tradición de energías renovables, también buscan integrar modelos circulares en sus economías.


El futuro dependerá de la capacidad de articular esfuerzos entre startups, gobiernos, universidades y comunidades. Si la economía circular logra escalar y consolidarse, América Latina puede convertirse en referente global de innovación sostenible, exportando modelos y tecnologías que nazcan desde sus propios territorios. Si fracasa, quedará atrapada en el viejo modelo extractivista que ha marcado su historia y que hoy se encuentra en crisis frente a la urgencia climática. La decisión está en marcha y los próximos años serán decisivos para determinar si la región logra transformar sus residuos en oportunidades o si continúa acumulando pasivos ambientales que hipotecan el futuro de las próximas generaciones.


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