Puentes invisibles: la política como motor oculto en la expansión de los emprendedores latinos hacia Europa

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La narrativa de la globalización de startups y emprendedores latinoamericanos hacia Europa no puede entenderse únicamente a través del prisma económico o tecnológico. En realidad, son las decisiones políticas, muchas veces tomadas en despachos ministeriales lejanos, las que abren o cierran las puertas para que miles de proyectos florezcan más allá del océano Atlántico. Los emprendedores lo saben bien: detrás de cada historia de éxito hay una serie de políticas públicas, acuerdos bilaterales y visados especiales que hicieron posible lo que, de otra forma, habría sido una travesía imposible. Europa, en su complejidad institucional, ofrece un abanico de oportunidades que a menudo se contraponen a los obstáculos que persisten en Latinoamérica, donde la burocracia, la inseguridad jurídica y la falta de continuidad en las políticas públicas siguen siendo piedras en el camino.


La política europea, aunque a veces percibida como rígida y excesivamente normativa, se ha convertido en un imán para los emprendedores de América Latina. Programas como el visado para nómadas digitales en países como Portugal y España, o los incentivos fiscales en Estonia e Irlanda, representan un atractivo formidable. Lo interesante es que, en muchos casos, estas políticas no fueron diseñadas específicamente para atraer a emprendedores latinos, pero han sido aprovechadas estratégicamente por ellos. La flexibilidad de algunos países europeos para recibir proyectos innovadores contrasta con los marcos restrictivos que muchos encuentran en sus países de origen, donde el emprendimiento aún no recibe el mismo grado de respaldo institucional.


La dimensión política también se hace evidente en los tratados de cooperación. Desde los acuerdos de libre comercio entre la Unión Europea y países de la Alianza del Pacífico hasta los programas de cooperación tecnológica financiados por Bruselas, el ecosistema latinoamericano se beneficia de un flujo de recursos que va más allá de lo privado. Fondos europeos han financiado proyectos de investigación en universidades latinoamericanas, han nutrido incubadoras locales y han abierto espacios de conexión donde las startups pueden encontrar socios estratégicos. En este sentido, Europa ha sabido presentarse como un socio más equilibrado que Estados Unidos o China, donde la agenda suele estar marcada por intereses más directos de dominación económica.

Sin embargo, la política también se convierte en un muro cuando los discursos de apertura se enfrentan a la realidad burocrática. Para muchos emprendedores latinos, obtener un visado de trabajo en Europa sigue siendo un proceso largo y costoso, plagado de requisitos que a menudo parecen diseñados para desincentivar la llegada de talento. En países como Alemania o Francia, las políticas migratorias más estrictas pueden ser un freno, incluso cuando existen programas oficiales que hablan de atracción de innovación y talento global. La contradicción entre el discurso político y la práctica administrativa genera frustración en quienes ven cómo sus proyectos quedan atrapados en la maraña de trámites.

El caso de Portugal es ilustrativo. En la última década, este país ha emergido como un hub tecnológico, con Lisboa como escenario del Web Summit y como espacio donde florecen startups globales. Su política migratoria relativamente flexible para nómadas digitales ha atraído a miles de emprendedores latinoamericanos, en particular brasileños, que encuentran en la lengua común y en los beneficios fiscales un espacio ideal para escalar proyectos. No obstante, incluso allí surgen tensiones: los debates internos sobre gentrificación, presión inmobiliaria y competencia laboral ponen en la mesa el dilema de hasta qué punto las políticas diseñadas para atraer talento pueden generar resistencias locales.


En España, la política de “visado para nómadas digitales” lanzada en 2023 se convirtió en un atractivo inmediato para latinoamericanos. Emprendedores de Argentina, Colombia y México han encontrado en Barcelona, Madrid y Valencia puntos de aterrizaje donde la política se traduce en oportunidades tangibles. Pero la política también tiene sus claroscuros: la lenta implementación, las diferencias entre comunidades autónomas y la falta de claridad sobre los impuestos para autónomos generan incertidumbre. Lo que comienza como un puente prometedor a veces se convierte en una travesía cargada de obstáculos invisibles que ponen a prueba la resiliencia de los emprendedores.

La política europea no se limita a visados o incentivos fiscales: también moldea la manera en que se define la competencia global. Las decisiones del Parlamento Europeo sobre regulación de inteligencia artificial, privacidad de datos o fiscalidad digital afectan directamente a startups que operan en Latinoamérica y aspiran a ingresar al mercado europeo. Para muchos emprendedores, esto significa adaptarse a estándares más exigentes, lo que puede ser un reto pero también una ventaja competitiva. Cumplir con la normativa europea se convierte en un sello de calidad que abre puertas no solo en Europa, sino en otros mercados internacionales.


En paralelo, la política latinoamericana también juega un papel clave. Los gobiernos de la región, en general, han mostrado una capacidad limitada para generar marcos de apoyo claros a sus emprendedores en el exterior. A diferencia de Asia, donde países como Corea del Sur o Singapur ofrecen políticas agresivas de internacionalización, en Latinoamérica predomina la desconexión. Son pocos los países que tienen programas sólidos de acompañamiento para startups que buscan establecerse en Europa. Esta ausencia política obliga a los emprendedores a depender de sus propios recursos o de la cooperación europea, lo que refuerza el desequilibrio en la relación.

La geopolítica, además, añade una capa de complejidad. La rivalidad entre Estados Unidos, Europa y China por la influencia en América Latina se refleja también en el ecosistema de startups. Para Europa, apoyar la internacionalización de emprendedores latinos hacia su territorio es una estrategia de poder blando que busca contrarrestar la presencia estadounidense y china en la región. Para los emprendedores, este juego de poder puede abrir oportunidades, pero también generar riesgos: la dependencia de un bloque puede convertirse en vulnerabilidad en tiempos de tensiones diplomáticas.


Al final, la política es tanto puente como muro. Puede facilitar la movilidad, abrir puertas a la innovación y generar alianzas estratégicas, pero también puede atrapar a los emprendedores en una telaraña de normas y trámites. El reto para los latinoamericanos que buscan en Europa un espacio de crecimiento es aprender a navegar este terreno con inteligencia estratégica: aprovechar los puentes cuando se abren y prepararse para superar los muros cuando se levantan.


Lo cierto es que, en este escenario, la política ya no es un factor secundario, sino el motor oculto que determina quién cruza y quién se queda atrás. Los emprendedores latinoamericanos no solo compiten en el terreno de la innovación tecnológica o el acceso al capital; también libran una batalla silenciosa en el campo de la política, donde se juega gran parte de su futuro. En un mundo cada vez más interconectado, comprender y aprovechar la dimensión política será tan importante como tener una buena idea de negocio o un equipo talentoso. Europa ofrece oportunidades, pero son los hilos invisibles de la política los que terminan decidiendo quién puede realmente aprovecharlas.


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