El envejecimiento de la población ha dejado de ser un dato estadístico para convertirse en un tema estratégico de las políticas públicas del siglo XXI. Europa lo ha asumido con una visión integral bajo el concepto de Silver Economy o Economía Plateada, un modelo que reconoce el valor productivo, cultural y social de las personas mayores. América Latina, por su parte, se encuentra en una fase intermedia de transición demográfica: con una población que envejece a ritmo acelerado y estructuras sociales todavía marcadas por la informalidad y la desigualdad territorial.
El Congreso de Cáceres 2025, organizado bajo el lema “Ciudades longevas, comunidades activas”, reunió a más de 600 especialistas, instituciones y representantes de la sociedad civil de 15 países. Entre ellos, varios procedentes de América Latina. En sus mesas se debatieron tres ejes que resultan esenciales para cualquier estrategia de envejecimiento activo: la vivienda, el papel de los municipios y la digitalización inclusiva. Tres campos que, interconectados, determinan la calidad de vida de los adultos mayores y el futuro de las sociedades que aspiran a ser longevas.
El primer gran bloque del Congreso se centró en la vivienda y los entornos habitables. En Europa, la política de vivienda para personas mayores se orienta cada vez más hacia el concepto de aging in place: permitir que las personas vivan el mayor tiempo posible en su hogar y comunidad, con independencia y seguridad. Para lograrlo, no basta con adaptar el espacio físico; es necesario transformar la estructura urbana y los servicios de proximidad.
En Cáceres se presentaron experiencias pioneras de cohousing, residencias intergeneracionales y programas de rehabilitación urbana que vinculan sostenibilidad, accesibilidad y vida comunitaria. La pregunta para América Latina es inmediata: ¿cómo replicar este modelo en contextos donde la informalidad urbana, la escasez de vivienda adecuada y la falta de planeación local son todavía la norma?
La respuesta no puede ser una copia literal del modelo europeo, sino una reinterpretación contextual. En ciudades latinoamericanas como Bogotá, Santiago, Lima o Ciudad de México, la población mayor se concentra en barrios consolidados pero envejecidos. Allí, la intervención más eficaz no pasa tanto por construir nuevos complejos residenciales, sino por reformular el espacio urbano existente, integrando equipamientos de salud, movilidad accesible, zonas verdes y tecnología doméstica inteligente.
El enfoque de “vivienda social adaptada” que destacó en Cáceres podría servir de inspiración para programas locales en América Latina. Por ejemplo, un modelo de vivienda progresiva intergeneracional, donde los hogares se adecuen de manera modular según las etapas de la vida, combinando subvenciones públicas, microcréditos y alianzas público-privadas. También surgió con fuerza la idea de que la vivienda no debe entenderse como un gasto social, sino como una inversión en salud preventiva y bienestar comunitario.
Otro de los grandes mensajes del Congreso fue que el municipio es el núcleo de la economía plateada. En palabras de varios ponentes, “no existen políticas de envejecimiento activo sin ciudades que las hagan posibles”. La gobernanza local, por tanto, se convierte en el escenario donde convergen las políticas de salud, vivienda, transporte y participación ciudadana.
Los municipios españoles expusieron sus avances en redes de ciudades amigables con las personas mayores, un movimiento impulsado por la Organización Mundial de la Salud que ya cuenta con más de 1.500 miembros en todo el mundo. América Latina, con su diversidad territorial, podría fortalecer este enfoque mediante planes de envejecimiento local, integrando la perspectiva demográfica en la planificación urbana.
La participación ciudadana fue otro tema clave. En Cáceres se destacó el papel de los consejos de mayores como órganos de consulta y co-diseño de políticas públicas. En América Latina, donde la participación suele ser más reivindicativa que institucional, estos consejos podrían evolucionar hacia plataformas de cogestión comunitaria, fomentando el voluntariado senior, el mentorazgo intergeneracional y la economía social.
La gobernanza también implica coordinación multinivel. El reto para la región es construir puentes entre gobiernos locales y nacionales, evitando que las políticas de envejecimiento queden fragmentadas. Programas como los Observatorios de Longevidad que se presentaron en el Congreso —espacios de análisis de datos y prospectiva demográfica— podrían ser replicados por universidades y centros de investigación latinoamericanos para alimentar la toma de decisiones basada en evidencia.
Si hay un aspecto que marcó el Congreso de Cáceres fue la insistencia en que la brecha digital es la nueva frontera de la desigualdad. La digitalización inclusiva no es un lujo tecnológico, sino una necesidad de equidad y autonomía. En los paneles se mostraron ejemplos de plataformas digitales diseñadas específicamente para mayores: desde asistentes de voz para el hogar hasta aplicaciones de salud preventiva o redes comunitarias locales.
Para América Latina, donde el acceso desigual a internet y la alfabetización digital siguen siendo desafíos estructurales, la economía plateada digital representa una oportunidad de transformación. Los programas de inclusión tecnológica intergeneracional —donde jóvenes capacitan a mayores en el uso de herramientas digitales— son experiencias replicables. Además, el impulso de startups silvertech en países como México, Chile o Colombia puede abrir un nuevo mercado de soluciones digitales adaptadas a las necesidades de los mayores.
En el Congreso se insistió en la necesidad de una ética de la tecnología: proteger los datos personales de los mayores, garantizar la usabilidad y evitar la exclusión algorítmica. La digitalización, cuando se orienta al bienestar, puede ser un instrumento poderoso para prolongar la autonomía y fortalecer los lazos comunitarios.
Uno de los grandes aciertos del Congreso fue su enfoque iberoamericano. Las delegaciones latinoamericanas presentes —de Argentina, Colombia, Chile, Uruguay y México— coincidieron en que la cooperación con Europa debe ser bidireccional. Europa puede aportar marcos regulatorios, estándares de accesibilidad y metodologías de evaluación; pero América Latina puede ofrecer innovación social, resiliencia comunitaria y modelos de economía solidaria.
En este sentido, se discutieron posibles alianzas birregionales en formación, transferencia tecnológica y financiación conjunta. Fondos europeos como Horizon Europe o programas de cooperación ALC-UE podrían destinar líneas específicas para proyectos de vivienda intergeneracional, digitalización inclusiva y desarrollo municipal enfocado en la longevidad. Del mismo modo, los países latinoamericanos pueden crear laboratorios de innovación demográfica conectados con universidades y gobiernos locales europeos, generando una red iberoamericana de ciudades longevas.
La colaboración no debe limitarse a lo institucional. También se requiere una narrativa cultural que revalorice la vejez. En ambos continentes, el reto es sustituir el paradigma de dependencia por el de contribución. El envejecimiento, lejos de ser un problema, puede ser el motor de una economía más humana y sostenible.
El concepto de economía plateada abarca mucho más que la asistencia social. Representa un ecosistema de consumo, innovación y empleo que gira en torno a las necesidades de una población envejecida pero activa. En Europa, este mercado mueve ya más del 30 % del PIB en varios países. En América Latina, donde la población mayor superará los 150 millones en 2050, se abre una ventana económica de gran magnitud.
El Congreso de Cáceres insistió en la necesidad de crear marcos regulatorios que incentiven la inversión en innovación social: vivienda adaptada, turismo senior, salud digital, servicios financieros inclusivos. Para la región, esto significa integrar la economía plateada en sus estrategias nacionales de desarrollo, fomentando el emprendimiento de impacto y la colaboración público-privada.
Además, la economía plateada tiene un potencial redistributivo: puede generar empleos en sectores intensivos en cuidado, tecnología y construcción sostenible, beneficiando especialmente a mujeres y jóvenes. La intersección entre envejecimiento y sostenibilidad abre un campo fértil para nuevos modelos empresariales basados en la ética del cuidado y la eficiencia energética.
Más allá de las políticas y la economía, el Congreso subrayó un aspecto esencial: la necesidad de una cultura de la longevidad activa. Esto implica transformar la percepción social del envejecimiento. En muchas culturas latinoamericanas, la vejez sigue asociada a la inactividad o la dependencia. Europa, con su experiencia en la promoción de estilos de vida saludables y educación permanente, ofrece ejemplos útiles, pero la clave está en la apropiación cultural.
Promover la longevidad activa significa fomentar la participación de los mayores en la vida comunitaria, el aprendizaje continuo, la actividad física y la creatividad. En América Latina, la familia extensa y las redes barriales pueden ser la base de un modelo comunitario de envejecimiento digno y participativo. La clave es combinar la tradición de solidaridad intergeneracional con la innovación tecnológica y urbana.
El Congreso Internacional de Economía Plateada en Cáceres dejó claro que el envejecimiento no es una crisis, sino un punto de inflexión para redefinir el contrato social. Los países latinoamericanos pueden aprovechar este momento histórico para diseñar políticas de longevidad adaptadas a su realidad: ciudades intermedias, diversidad cultural y cohesión familiar.
Europa, por su parte, necesita aliados estratégicos que amplíen su visión de la longevidad hacia un contexto global más diverso. La cooperación euro-latinoamericana en materia de vivienda, municipio y digitalización puede convertirse en un laboratorio de innovación social compartido, donde ambos continentes aprendan mutuamente.
El futuro será de las sociedades que comprendan que envejecer no significa detenerse, sino transformarse. Y en esa transformación, la vivienda adecuada, el municipio inclusivo y la digitalización ética son los pilares de una nueva economía humana, sostenible y solidaria
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