La relación entre Europa y América Latina atraviesa un momento de reconfiguración estratégica sin precedentes. La Unión Europea, consciente de la creciente presencia asiática en la región y de su necesidad de asegurar cadenas de suministro sostenibles, talento especializado, minerales críticos y aliados democráticos, está desplegando una arquitectura financiera que reposiciona a Latinoamérica como socio prioritario. No se trata de retórica diplomática, sino de recursos tangibles: miles de millones de euros movilizados a través de convocatorias, programas marco, préstamos concesionales, cooperación técnica y proyectos binacionales. Este giro se materializa en instrumentos como Global Gateway, Horizon Europe, AL-INVEST Verde, LIFE, Erasmus+, Digital Europe, Interreg NEXT Global, EU-LAC Joint Call 2025 y nuevos fondos mixtos orientados a transición verde, digitalización y resiliencia social.
Para muchas organizaciones latinoamericanas —startups, universidades, ONGs, gobiernos territoriales y entidades privadas— el reto no es la falta de financiación, sino la falta de información profunda y actualizada sobre cómo funcionan estas oportunidades, qué tipo de proyectos financian, qué niveles de cofinanciación exigen, y cuál es el potencial real para captar recursos europeos en sectores prioritarios. Este artículo desarrolla un análisis integral sobre las convocatorias europeas actualmente abiertas o anunciadas para 2024–2025, la magnitud de la inversión esperada, y el impacto que estas decisiones tendrán en América Latina durante la próxima década.
Europa se encuentra en una fase de transición industrial y energética que requiere estabilizar sus relaciones exteriores. La crisis con Rusia, la competencia tecnológica con China, el envejecimiento poblacional y la urgencia climática han llevado a Bruselas a rediseñar sus alianzas estratégicas. América Latina emerge en ese mapa no solo como socia histórica, sino como territorio clave para asegurar materias primas críticas, despliegue de renovables, mercados tecnológicos emergentes y una reserva de talento altamente competitiva. Las convocatorias europeas reflejan esta tendencia: más de 10.000 millones de euros proyectados para acciones conjuntas con Latinoamérica entre 2024 y 2027.
Global Gateway —el programa estrella de la UE— destina aproximadamente 45.000 millones de euros para América Latina hasta 2027, aunque no todos estos fondos se asignan vía convocatorias directas, pues una gran parte se canaliza mediante bancos de desarrollo, plataformas de blended finance y cooperación delegada. Sin embargo, la porción accesible a proyectos latinoamericanos a través de “calls for proposals” y “calls for tenders” supera los 6.000 millones de euros, principalmente en sectores de energías renovables, hidrógeno verde, movilidad sostenible, transformación digital, infraestructura crítica, educación, salud y transición justa. Este volumen convierte a Global Gateway en uno de los instrumentos más importantes de cooperación internacional del mundo contemporáneo.
A este motor financiero se suma Horizon Europe, el mayor programa de ciencia e innovación del planeta, con un presupuesto total de 95.500 millones de euros. Aunque no está diseñado exclusivamente para América Latina, muchas de sus convocatorias permiten participación plena de entidades latinoamericanas sin restricciones. Universidades, centros de investigación, startups deep tech, gobiernos locales y ONGs de la región ya participan en consorcios que obtienen fondos para investigación biomédica, impacto climático, tecnologías limpias, IA, gobernanza digital, agricultura sostenible y soluciones basadas en naturaleza. Solo en 2023, más de 250 instituciones latinoamericanas participaron en proyectos financiados por Horizon Europe, con Brasil, Argentina, México, Chile y Colombia como principales receptores.
Otro instrumento relevante es AL-INVEST Verde, enfocado en economía circular, cadenas de valor sostenibles, regulación ambiental y fortalecimiento institucional. Este programa ha financiado proyectos de pymes latinoamericanas en transición ecológica, certificaciones, reducción de emisiones, eficiencia energética y acompañamiento técnico. Junto a este instrumento, el programa LIFE —dedicado exclusivamente a acciones ambientales— ha abierto por primera vez líneas en las que pueden participar instituciones latinoamericanas siempre que lo hagan en consorcio con entidades europeas. Esto abre oportunidades inéditas para proyectos de conservación, restauración ecológica, economía azul y biodiversidad.
Digital Europe es otro de los pilares que comienzan a generar impacto en la región. Europa necesita socios estratégicos que fortalezcan su soberanía tecnológica en áreas como inteligencia artificial, ciberseguridad, supercomputación y estándares digitales. Aunque el programa se centra en Europa, las entidades latinoamericanas pueden vincularse en actividades específicas de cooperación internacional, especialmente cuando los proyectos tienen impacto en conectividad, infraestructuras digitales seguras o interoperabilidad de servicios gubernamentales. El despliegue del cable submarino EllaLink, que conecta directamente Brasil con Portugal, fue impulsado por fondos europeos y abrió la puerta a futuras inversiones digitales transatlánticas que priorizan a Latinoamérica sobre otros continentes.
La convocatoria EU-LAC Joint Call 2025, anunciada recientemente, representa un hito porque integra prioridades científicas comunes entre Europa y América Latina. Sus líneas abarcan salud pública, cambios climáticos, energías limpias, sistemas alimentarios sostenibles e innovación social. Está diseñada para facilitar consorcios birregionales con financiamiento compartido y la participación de gobiernos locales, universidades, centros tecnológicos y organizaciones sociales. Los proyectos seleccionados tendrán acceso a recursos de distintos países europeos y latinoamericanos bajo un esquema de cofinanciación coordinado, eliminando barreras burocráticas que históricamente han dificultado la cooperación científica transatlántica.
Las startups y pymes latinoamericanas también se encuentran en una posición favorable. Aunque los instrumentos europeos suelen priorizar consorcios complejos, cada vez más programas incluyen líneas para empresas jóvenes, emprendimientos de base tecnológica y soluciones verdes. Global Gateway ha abierto espacios para empresas especializadas en energía solar, hidrógeno verde, movilidad eléctrica, eficiencia energética e innovación climática. Horizon Europe financia startups deep tech en áreas como biotecnología, robótica, IA para impacto social, agricultura de precisión y sensores ambientales. Algunos concursos, como EIC Pathfinder y EIC Accelerator, permiten participación latinoamericana si se articula mediante consorcios mixtos o si la innovación tiene un impacto significativo en cadenas de valor europeas.
Por su parte, los gobiernos locales y regionales de América Latina —ciudades, provincias y alcaldías— reciben una oportunidad excepcional. Los fondos europeos para transición urbana, movilidad sostenible y resiliencia climática están diseñados para proyectos con impacto territorial concreto. Esto abre la puerta para que ciudades latinoamericanas accedan a financiamiento destinado a parques solares municipales, sistemas de transporte limpio, corredores verdes, plantas de tratamiento de agua, soluciones de saneamiento, digitalización administrativa y formación de talento para economías verdes. Ciudades como Medellín, Santiago, Buenos Aires, Ciudad de México y Curitiba ya participan activamente en programas europeos de innovación urbana.
Sin embargo, el acceso a estas convocatorias exige comprender una lógica técnica compleja. Europa no financia ideas generales; financia proyectos con impacto medible, con gobernanza clara y con un enfoque regulatorio sólido. Las empresas y organizaciones latinoamericanas que desean competir deben cumplir estándares estrictos de sostenibilidad, transparencia, género, inclusión, digitalización, datos abiertos y compliance. Europa exige memorias técnicas detalladas, indicadores de impacto, evaluaciones de riesgo, cronogramas rigurosos, evidencia científica y trazabilidad presupuestaria. No es un proceso sencillo, pero sí accesible para organizaciones que cuenten con asesoría adecuada y equipos preparados para formular proyectos de alto nivel.
Un elemento clave que muchos actores latinoamericanos desconocen es que Europa prioriza proyectos con escalabilidad y replicabilidad. No financia intervenciones aisladas; financia modelos que puedan convertirse en política pública o en soluciones reproducibles en distintos territorios. Por eso las propuestas deben demostrar potencial de expansión, alianzas sólidas y un enfoque multisectorial. En este punto, Latinoamérica tiene ventajas: ecosistemas empresariales emergentes, actores institucionales dispuestos a innovar, amplia biodiversidad, territorios con necesidades urgentes y talento joven altamente capacitado.
También hay áreas donde la colaboración es estratégica para Europa: minerales críticos, hidrógeno verde, conservación amazónica, agricultura regenerativa, movilidad eléctrica, energías renovables, digitalización estatal y salud pública. Europa necesita aliados estables para enfrentar las presiones globales, y América Latina ofrece condiciones políticas más cercanas en términos ideológicos y democráticos. Esto se traduce en convocatorias diseñadas explícitamente para fortalecer capacidades institucionales, promover diplomacia científica y consolidar cadenas de suministro que reduzcan dependencia externa.
Esta cooperación birregional, aunque sumamente positiva, genera desafíos para América Latina. Existe riesgo de que actores europeos acaparen beneficios, que las empresas locales queden relegadas a roles secundarios o que proyectos europeos no se adapten a realidades sociales latinoamericanas. Por eso es fundamental que los gobiernos latinoamericanos fortalezcan sus capacidades de negociación, desarrollen marcos normativos sólidos, exijan transferencia tecnológica, prioricen formación de talento y garanticen que proyectos financiados en la región generen empleos locales, desarrollo real y participación de comunidades.
La nueva ola de convocatorias europeas está redefiniendo el mapa geopolítico latinoamericano. Países con estabilidad institucional, regulaciones claras y capacidades técnicas avanzadas —Chile, Brasil, Uruguay, Costa Rica y Colombia— están captando la mayor parte de los fondos. Sin embargo, existe una oportunidad histórica para que toda la región se articule alrededor de innovación verde, digitalización y proyectos sostenibles. Las convocatorias europeas no son reactivas; son estratégicas, y buscan acelerar una transformación económica que conecte directamente a América Latina con el futuro industrial europeo.
La pregunta clave es si Latinoamérica aprovechará esta ventana. Nunca antes la región había tenido tantas puertas abiertas en Europa, ni tantos recursos disponibles para impulsar innovación, desarrollo sostenible y transición energética. Pero para capitalizar esta oportunidad, es necesario abandonar enfoques fragmentados y construir propuestas regionales sólidas, lideradas con rigor técnico y visión estratégica. Europa está lista para invertir; ahora el reto es que Latinoamérica esté lista para recibir, implementar y transformar esa inversión en desarrollo real.
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