​“Educación e I+D: convocatorias europeas para universidades latinoamericanas 2025–2026”

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La cooperación académica entre Europa y América Latina ha entrado en un periodo de expansión sin precedentes. La Unión Europea, inmersa en una transformación científica que combina inteligencia artificial, economía verde, sostenibilidad industrial, transición energética y recualificación del talento, ha comprendido que su competitividad global depende de su capacidad de tejer alianzas internacionales estables y estratégicas. En ese mapa, las universidades latinoamericanas se han convertido en actores esenciales. No solo por su capacidad de generar conocimiento en territorios climáticamente diversos, sino porque el futuro de la ciencia global exige diversidad geográfica, intercambios equitativos y redes transcontinentales que permitan enfrentar desafíos planetarios que ningún país puede resolver por sí solo.

Las convocatorias europeas 2025–2026 apuntan precisamente en esa dirección: financiar proyectos que conecten universidades, centros de investigación, instituciones públicas, empresas emergentes, laboratorios y organizaciones sociales para enfrentar problemas complejos. Horizon Europe —el programa más ambicioso de investigación del mundo, con 95.500 millones de euros— mantiene abiertas múltiples líneas de participación para países latinoamericanos. Si bien no todos los países son automáticamente elegibles para recibir fondos directos, la participación en consorcios europeos es real, creciente y estratégica. Universidades de Chile, Colombia, Brasil, Argentina, México, Uruguay, Ecuador y Costa Rica han comenzado a posicionarse como aliados científicos recurrentes en proyectos europeos de alto impacto.

Europa no busca únicamente socios que aporten datos o territorio: busca socios que aporten ciencia. La Amazonía, los Andes, Patagonia, Mesoamérica, el Caribe y las zonas costeras latinoamericanas contienen ecosistemas, patrones climáticos, biodiversidad, dinámicas sociales y procesos geológicos que son imposibles de estudiar desde Europa. La investigación en agua, clima, biodiversidad, energía, biotecnología vegetal, sistemas alimentarios, migración, salud pública, digitalización y urbanización exige cooperación birregional. Por eso Horizon Europe ha abierto convocatorias especialmente orientadas a Latinoamérica en áreas como:

  • cambio climático y adaptación territorial,
  • restauración ecológica y soluciones basadas en naturaleza,
  • salud global y epidemiología digital,
  • bioeconomía y bioproductos,
  • inteligencia artificial para agricultura, agua y clima,
  • transición energética y sistemas híbridos renovables,
  • movilidad urbana inteligente,
  • gobernanza ambiental y uso sostenible de recursos,
  • protección de datos y digitalización inclusiva,
  • educación superior digital y modelos transfronterizos de investigación.

Erasmus+, por su parte, atraviesa uno de los momentos más expansivos de su historia. El programa no solo financia movilidad estudiantil y académica, sino la creación de programas de doble titulación, campus conjuntos, redes universitarias europeas-latinoamericanas, laboratorios pedagógicos, programas de formación docente, microcredenciales digitales y proyectos de inclusión educativa que integran zonas rurales. Para universidades latinoamericanas, la oportunidad es doble: internacionalizar su oferta y recibir recursos para modernizar infraestructura académica, laboratorios digitales, plataformas virtuales y capacidades de investigación.

Europa ha comprendido que la educación superior es un vector estratégico de diplomacia. Las universidades construyen puentes que trascienden crisis políticas, gobiernos temporales o tensiones coyunturales. En un contexto geopolítico fragmentado, la UE apuesta por la ciencia como lenguaje común. Esto explica por qué las convocatorias europeas para 2025–2026 apuntan a construir redes a largo plazo, no proyectos aislados. El objetivo es fortalecer instituciones, consolidar talento científico y crear ecosistemas que beneficien simultáneamente a Europa y América Latina.

La región latinoamericana, sin embargo, enfrenta desafíos estructurales. Muchas universidades carecen de equipos especializados para formular proyectos competitivos bajo estándares europeos, lo que limita su participación en convocatorias altamente técnicas. Para abordar esta brecha, la UE está financiando oficinas de proyectos en universidades de Colombia, Chile, México, Uruguay y Argentina, acompañando procesos de formulación, fortaleciendo capacidades administrativas y creando redes intra-regionales que permitan a universidades menos consolidadas unirse a consorcios internacionales.

El rol del Banco Europeo de Inversiones también es creciente. El BEI está financiando infraestructura universitaria verde —campus energéticamente eficientes, edificios climáticamente resilientes, laboratorios de investigación ambiental— en países de la región. La lógica es clara: una universidad moderna, con infraestructura de calidad, es más atractiva para cooperaciones científicas, movilidad estudiantil y alianzas tecnológicas. Para la UE, invertir en educación superior latinoamericana no es asistencia: es una apuesta estratégica por un socio científico que aporta conocimiento único.

Otra tendencia clave en las convocatorias europeas es la integración de universidades con startups y empresas tecnológicas. Horizon Europe exige con creciente frecuencia que los consorcios integren pymes, emprendimientos innovadores y empresas de base tecnológica. Esto abre la puerta para que universidades latinoamericanas colaboren con incubadoras, centros de innovación, laboratorios de IA y plataformas climáticas para desarrollar proyectos que no solo generan conocimiento, sino también productos, servicios, prototipos y soluciones comerciales. La ciencia aplicada al mercado es uno de los pilares de la agenda europea.

Europa también está impulsando convocatorias relacionadas con educación climática y alfabetización digital. El objetivo es que universidades latinoamericanas integren contenidos de cambio climático, transición energética, economía circular y digitalización en sus planes de estudio. Programas financiados por Erasmus+ ya están ayudando a actualizar currículos, desarrollar programas híbridos, crear plataformas educativas regionales e implementar microcredenciales reconocidas internacionalmente. La idea es que el estudiante latinoamericano del futuro esté preparado para participar activamente en la economía verde y digital global.

La investigación en salud digital es otra de las grandes prioridades. Tras la pandemia, Europa ha intensificado su trabajo con universidades latinoamericanas en epidemiología, datos abiertos, inteligencia artificial médica, biotecnología, vigilancia genómica y telemedicina avanzada. Estas áreas son particularmente relevantes por la diversidad biológica de Latinoamérica, la presencia de enfermedades tropicales y la necesidad europea de sistemas de vigilancia global que reduzcan riesgos sanitarios. Las universidades de la región están participando en proyectos de investigación que luego influyen directamente en políticas públicas europeas.

Las convocatorias europeas también buscan fortalecer redes de jóvenes investigadores. La UE quiere que la próxima generación de científicos europeos y latinoamericanos crezca conectada, familiarizada con herramientas comunes, valores compartidos y proyectos conjuntos. Para esto, financia doctorados conjuntos, estancias posdoctorales, misiones científicas, seminarios internacionales y redes de mentoría. Europa entiende que las alianzas científicas verdaderas se construyen durante años, no en proyectos aislados de corta duración.

Uno de los cambios más importantes de la cooperación europea es el énfasis en ciencia reproducible, datos abiertos, ética científica y equidad de género. Los proyectos financiados deben cumplir estándares estrictos que busquen reducir brechas históricas. En América Latina, esto se traduce en investigación más inclusiva, participación de comunidades locales, incorporación de saberes indígenas y análisis de impactos sociales. La ciencia financiada por Europa debe beneficiar territorios y grupos tradicionalmente marginados, no solo laboratorios académicos.

Los retos persisten. Para participar en convocatorias europeas, las universidades latinoamericanas necesitan infraestructura administrativa sólida, personal técnico especializado, redes internacionales activas y capacidad de gestión robusta. Muchas instituciones carecen de estos elementos, lo que limita su acceso. Sin embargo, el interés europeo en fortalecer ecosistemas académicos está ayudando a reducir estas barreras. Europa no quiere universidades subordinadas, sino universidades fortalecidas que puedan liderar proyectos globales.

La oportunidad para 2025–2026 es histórica. Las convocatorias europeas no son solo una fuente de financiamiento: son una vía para reposicionar a la educación superior latinoamericana en el centro de la ciencia global. Son un puente para el talento, una plataforma para innovaciones compartidas, un canal para diplomacia científica y una herramienta para construir un futuro más sostenible y justo para ambos continentes.

En un mundo que enfrenta crisis climáticas, tensiones geopolíticas y desafíos tecnológicos acelerados, la ciencia puede convertirse en el lenguaje más estable de cooperación. Europa ha dado el primer paso. Latinoamérica tiene ahora la posibilidad de responder con su talento, biodiversidad, creatividad investigativa y visión de futuro.


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