Prospectiva

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La Unión Europea está viviendo uno de sus momentos más complejos. La salida de Reino Unido de esta mancomunidad nacida en los años cincuenta del siglo pasado con el objetivo de evitar un nuevo conflicto armado como había ocurrido en 1914 y en 1939. Nadie puede poner en tela de duda él éxito en ese propósito evitando nuevos enfrentamientos entre Francia y Alemania, al tiempo, generando alternativas de desarrollo que, asimismo, han sido evidentes en la Europa del Siglo XXI.


¿Por qué entonces se están viviendo estos momentos críticos? A mi juicio, este escenario deviene del afán expansionista que ha privado en ese cuerpo multinacional que nació con seis países: Alemania, Francia, Países Bajos, Bélgica, Luxemburgo e Italia, pero que paulatinamente fue creciendo su membresía hasta llegar a veintiocho, considerando al Reino Unido que, desde el año pasado se ha autoexcluido mediante una separación derivada de un referéndum ganado, sorpresivamente, por aquellos que ven a la UE como peligro para su bienestarpersonal y nacional, llamados ahora “euroescépticos”.


Los argumentos esgrimidos por Reino Unido para su salida fueron expuestos en este mismo espacio en diferentes momentos entre el 2016 y el 2021. David Cameron, quien ocupaba el cargo de primer ministro fue el principal sorprendido del resultado de esa consulta. El entonces líder del partido conservador no midió las consecuencias de la convocatoria, pensó que ganaría la propuesta de quienes ven más elementos favorables que desfavorables a la permanencia en la UE.


No obvio mencionar el papel determinante jugado por Boris Johnson quien logró concitar el apoyo a su iniciativa de fuga de la población ubicada, principalmente, en zonas depauperadas, marginadas, con estándares económicos muy bajos. La narrativa construida por los conservadores toris rindió frutos; esa es la razón de ser de una victoria que terminó en divorcio. El triunfo del Brexit se funda, hay que reconocerlo, en la evidente inconformidad de sectores de la población que achacan a Bruselas todos sus males.


Lo cierto es que el Reino Unido nunca se sintió cómodo, aunque recibió cuantiosos beneficios económicos; sus socios europeos siempre los vieron como francotiradores dispuestos a oponerse a cualquier iniciativa, como sucedió con el Tratado de Maastricht, génesis de la Unión Europea y del euro como moneda comunitaria que no fue aceptada por esa nación, manteniendo vigente como su moneda a la libra esterlina.

¿Le fue bien al Reino Unido con este divorcio?Definitivamente no. Ha varios meses de distancia de la ruptura, se puede afirmar, categóricamente, que los saldos negativos son infinitamente mayores a los positivos. Europa está hoy claramente distanciada del Reino Unido y esta nación sufre la pérdida de muchas prerrogativas, entre ellas, el intercambio de mercancías que ya no está libre de aranceles.


Sumo a lo anterior los efectos derivados de la pandemia por COVID-19 y la crisis económicaprovocada por el parón económico que provocó pérdida de fuentes de empleo y la fractura, que padece el planeta, de las cadenas de suministro que, por escasez, ha generado distorsión en los mercados dado lugar a un proceso inflacionario prácticamente incontenible a partir de los efectos de la invasión rusa a Ucrania que ya ha cumplido siete meses.

Los miembros de la eurozona han resentido todos estos factores que han puesto a la luz lo que ya muchos analistas habían alertado, que no fue atendido y entendido por los gobiernos de la región: la creciente dependencia del gas y del petróleo ruso y de los granos producidos por Rusia y Ucrania que, en razón de esa acción punitiva dejó de producirlos y los que ya tenía en sus silos, listos para distribuirse al mundo se quedaron atorados por el bloqueo ruso a los puertos de salida, hasta que el presidente Erdogan pudo gestionar su movimiento a través de los puertosturcos.


“Aprende a que los demás dependan de ti”

Undécima Ley del Poder

Robert Greene 


Bruselas ha batallado estos tres últimos años con las posturas intransigentes de los mandatarios de Hungría y Polonia en materia económica y migratoria, está última agravada debido a la expulsión de más de un millón de ucranianos obligados a buscar nuevos espacios derivado de la invasión a su territorio. 


Esta visión ultranacionalista, “euroescéptica”, ha permeado en muchos países lo que ha dado lugar aque partidos de ultraderecha crezcan su presencia en los parlamentos y aumenten una clientela que ha comprado su discurso ríspido, populista, conservador, xenofóbico, antiabortista y, sobre todo, opuesto a la intromisión de Bruselas que, dicen, debilita la gobernabilidad y lastima la soberanía e independencia nacionales.

Hace un par de meses vimos como la ultraderecha francesa llegaba a la segunda vuelta poniendo sobre las cuerdas a Emmanuel Macron. Hungría reeligió a Viktor Orban dirigente del ultraderechista partido nacionalista húngaro, con claros tintes fascistas. El 11 de septiembre pasado, los votantes suecos castigaronen las urnas a la fiestera primer ministro Magdalena Andersson, de izquierda, quien anunció su dimisión tras confirmarse la victoria del bloque de la derecha (Ultra Demócratas de Suecia). 


Esta victoria genera dudas sobre si esta nación nórdica continuará el trasiego para ingresar, junto con Finlandia, a la OTAN. Este proceso puede colapsar ya que la coalición triunfante ha manifestado sus afectos a Putin, al igual que el primer ministro húngaro. Y si faltaban más razones para la preocupación, el domingo 25 de septiembre, Italia dio un vuelco histórico con el triunfo de la ultraderecha en comicios que se caracterizaron por la muy baja afluencia de votantes que es una tendencia que se viene repitiendo en la península desde hace más de dos décadas y que está ligada al desánimo de los electores ante los malos resultados entregados por diferentes partidostiene mucho que ver, también, la historia. 


Desde los tiempos del Imperio romano está documentada la inestabilidad política ha sido una constante en los tiempos de los césares o en los de la república. Hoy, un modelo electoral basado en la elección de su parlamento por diputado de mayoría y de representación proporcional y la facultad del mismo parlamento de quitarle el voto de confianza al primer ministro en turno, explican tan inestabilidad, si bien la figura del presidente de la república, el jefe de Estadoimpide un vacío total.


¿Por qué llega este triunfo de la ultraderecha italiana? Primero, por la pérdida de confianza en el primer ministro Mario Draghi quien tiene ese encargo desde el año pasado con resultados positivos, sin embargo, el presidente de la República italiana, Sergio Mattarella, ante el retiro del voto de confianza del Parlamento a Draghi, convocó a elecciones, resultando vencedor la coalición de conservadores, posfascistas y populistas, liderada por Georgia Meloni.


Así las cosas, Italia tendrá, por primera vez en su historia, a una presidente del Consejo de ministros, sin límite de tiempo, siempre y cuando mantenga la confianza de un muy voluble parlamento. Vivirá en el Palacio Chigi, domicilio oficial del jefe de gobierno.¿Mantendrá la confianza del parlamento la mujer que loa cotidianamente a Benito Mussolini, el padre del fascismo italiano, al que no sólo admira, que es guía y faro que la alumbra? El tiempo responderá.


“Sírvete de la franqueza y la generosidad 

selectiva para desarmar a tu víctima”

Duodécima Ley del Poder

Robert Greene


¿Qué significa la llegada de Meloni a la jefatura del Consejo de ministros? Al interior de Italia, un giro hacia la derecha no ocurrido desde el final de la Segunda Guerra Mundial; situación que parece no preocupar a un electorado que apenas llegó al 40% de participación. ¿Deben preocupar estas cifras? Sin duda, en presencia de este crecimiento de grupos de extrema derecha, la apatía mostrada por los potenciales sufragistas justifica las señales de alarma que se han encendido en varios países de la mancomunidad. Esta apatía es carne de cañón para organizaciones pro-fascistas.


Muchas voces coinciden en señalar que el triunfo de Meloni complicará la toma de decisiones en Bruselas, el epicentro de la UE. En un momento en el que la crisis energética está provocando efectos negativos en las sociedades europeas, el triunfo de la extrema derecha en Italia es, debe serlo, una señal de alarma porque al momento en que Georgia asuma como primer ministro, es muy seguro que remará contra corriente a lo que acuerde el Consejo de ministros de esa mancomunidad.


Recordemos que Italia ha tenido dos momentos críticos en los que el gobierno en turno ha considerado su salida de la UE; la primera, debido a los efectos ocasionados por la crisis financiera del 2008 que provocó la quiebra de varias empresas italianas con la consecuente pérdida de empleos y recesión económica que generó inestabilidad política y social. No se concretó ese proyecto, en mucho, porque desde Bruselas, el Consejo de ministros acordó apoyos económicos extraordinarios tanto para Italia como para Grecia, nación helénica que también sufrió los efectos de esa crisis. España y Portugal, asimismo, levantaron la voz para que Bruselas los apoyará por las mismas razones.


El segundo momento ocurrió como efecto del Brexit. Italia aprovechó la incertidumbre generada por la solicitud de exclusión de Reino Unido para “asustar con el petate del muerto”, anunciado que seguiría el mismo camino, lo cual quedó en amague. ¿La tercera será la vencida?


“Cuando pidas ayuda, apela al egoísmo de los

demás, nunca a una compasión o agradecimiento”

Trigésima Ley del Poder

Robert Greene


¿Por qué el triunfo de la ultraderecha complica a la Unión Europea? Porque todo parece indicar que la victoria de Georgia Meloni dificultará la toma de decisiones en Bruselas en este contexto tan complejoque vive Europa, y el mundo: crisis energética (sabotaje en los gaseoductos rusos que reducirá el suministro ante la expectativa de un muy duro invierno) a causa de la guerra de Ucrania, a lo que se suma el posible resquebrajamiento de la unidad comunitaria en torno a los caminos a recorrer para poner fin al conflicto. 


Hungría y Polonia han manifestado en diferentes momentos su simpatía hacia Putin. No es descabellado considerar que eso mismo hará Meloni a la hora de asumir el encargo de primer ministro. Los analistas políticos van más allá al señalar que lo que en realidad debería preocuparle a Bruselas es que, luego de confirmarse el escrutinio definitivo de las urnas, y que la posfascista romana llegue al Palacio Chigi, no por una evidente zancadilla política al actual jefe de gobierno, sino porque arriba con el apoyo de millones de italianos que sufragaron por ella.


Su triunfo debe verse en un espejo que refleja los temores de un muy amplio segmento de la sociedad italiana ante la evidencia de una crisis económica de amplio espectro. El horizonte está lleno de nubes negras. La inflación galopante está escalando las tasas de interés lo que, inevitablemente, provocará una recesión económica, estancamiento con crecimiento de precios, un binomio que tendrá consecuencias catastróficas especialmente para naciones como Italia, padeciendo aún secuelas de la crisis financiera del 2008. 


El alza en los precios de la energía a causa de la guerra de Ucrania acrecienta los riesgos derivados de una deuda pública que ya alcanzó en esa nación el 150% del PIB. Italia es un país con enormes debilidades estructurales no obstante haber sido siempre de las más beneficiadas con apoyos económicos provistos desde Bruselas.


Lola Galán (“El País”. 25 de septiembre 2022) explica de manera muy puntual las causas del triunfo de la derecha ultra radical: “Para empezar, la brutal división entre el norte industrial (el Lombardo-Véneto) que forma parte de la Europa más rica y desarrollada, y un sur que se acerca más a la pobreza y al atraso, sin que al menos en tres décadas se hayan producido acercamientos significativos, acciones gubernamentales que contribuyan a reducir las enormes diferencias.”


¿Cómo actuará Meloni cuando se convierta en la jefa de Gobierno? Muchos le apuestan a que, de entrada, su gobierno será “más respondón” frente alas decisiones de la UE en temas como como la guerra de Ucrania. Berlusconi, un desgastado líder las derechas, justificó recientemente la invasión rusa, postura que comparte una buena parte de la población italiana, lo que quedó evidenciado en una encuesta aplicada en junio de este año en varios países por el Consejo Europeo de Relaciones Exteriores. Esta consulta arrojó una clara empatía de más del 50% con la actuación rusa.


Pero las cosas no quedarán así. Meloni, sin duda, se opondrá a las políticas migratorias laxas establecidas por la UE; también lo hará en contra de algunos de los avances significativos en materia de derechos humanos, en asuntos orientados al revertir los efectos del cambio climático, por señalar sólo algunos de los principales asuntos que están en la agenda de Bruselas y del consejo de ministros que difícilmentetendrán el apoyo, la empatía de la próxima primera ministra italiana.


¿Tiene culpa la UE en esta escalada de las derechas radicales en la zona del euro? En muy rico ensayo elaborado Gonzalo Rodríguez Martínez (“La crisis en la Unión Europea y el auge de la extrema derecha”. Universidad de Santiago de Compostela, Galicia, España. 2020) atribuye el avance de las derechas radicales a: “Primero, debido a la falta de una identidad europea en común; no existe un demo europeo, existe un territorio y existen decenas de comunidades a las que no se ha podido o no se ha sabido cohesionar ni en términos de identitarios ni culturales. En segundo lugar, todo el proceso de integración se construye al margen de la ciudadanía europea, lo que se ha denominado por algunos analistas como una especie de despotismo ilustrado moderno, que fue posible gracias al consenso permisivo. Por último, el euro, una moneda única para economías brutalmente heterogéneas e incapaces de asimilar las políticas impuestas desde la Unión Europea y crecer de manera sostenible.”


Vale la pena, con base en el trabajo del mismo autor, establecer que los nuevos partidos de extrema derecha tienen enormes similitudes e, incluso, simpatías con los viejos partidos de extrema derecha del período de entreguerras, “no obstante, su estrategia formal sufre una transformación al verse reducida su capacidad de influencia a grupúsculos marginales minoritarios política y socialmente hablando”.


Para entender el comportamiento actual de estas formaciones políticas y su crecimiento evidente en Francia, España y en Italia, es necesario señalar que los partidos de extrema derecha son “nominalmente democráticos, pero esencialmente contraria a la democracia liberal y es desde este giro estratégico desde el que esta nueva familia de partidos despliega su ideología y discurso.” ¿Cuál es ese discurso, cuál es su ideología? A favor del nacionalismo y el autoritarismo. El “nativismo” como ideología, parte de la idea de que los estados deberían ser habitados exclusivamente por miembros del grupo nativo. Si bien ya no se hace alusión directa a cuestión racial o nacional, pero el discurso sigue siendo xenofóbico.


“Los hombres son tan simples de mente y están

Tan dominados por sus necesidades inmediatas 

Que un embustero siempre hallará a muchos

Dispuestos a ser engañados”

Nicolás Maquiavelo


Cabría preguntarnos, como última reflexión de esta Prospectiva: ¿Qué está ocurriendo con las izquierdas? ¿Hay preocupación por este crecimiento de las derechas radicales? ¿Están tomando algunas medidas? Son cuestionamientos que derivan de la creciente presencia política de partidos radicales de derecha. Margarita Rodríguez(BBC News Mundo. 1º octubre 2022) nos aporta la opinión de Jan Rovny, profesor asociado del Centro de Estudios Europeos y Política Comparativa de la Universidad francesa de Ciencias Políticas.


El académico establece que “la izquierda tal como la conocemos y como se desarrolló a finales del Siglo XIX, fue la izquierda que vino a representar y apoyar a la clase obrera industrial. Esta clase ya no existe.” Rovny establece que la crisis de los partidos de izquierda obedece a lo que él ha llamado “un cambio sociológico muy profundo” que ha obligado a estas formaciones política a establecer estrategias capaces de atraer a las clases medias cuya heterogeneidad es evidente. Las revoluciones industriales, las cuatro, hanenterrado al obrero tradicional que ha sido sustituido por máquinas o sus empleos se han ido a otro lugar, especialmente a Asia. El terreno donde hay que sembrar está en los empleados públicos y en un creciente sector terciario y en los docentes. Hoy, derechas radicales e izquierdas liberales están luchando por atraer a un mismo público.


Desde luego, este público no tiene un componente ideológico homogéneo lo que lo hace muy voluble, acomodaticio, propenso a votar a favor de quien hace la propuesta que más se apegue a sus intereses personales no a las necesidades globales. El escenario es complicado. En la política europea hay temas que se han vuelto constantes como el multiculturalismo y el libre flujo de personas y de mercancías. Son temas de cotidiana discrepancia entre estas dos fuerzas antagónicas.


El discurso de las izquierdas se centra en la defensa de “estas libertades”, en una posición liberal que no comparten los partidos de derecha radical que se oponen a la globalización “por sus efectos predominantemente culturales, es decir, la llegada de personas de diferentes culturas, religiones e idiomas; pero también por razones económicas por el hecho de que se socava la soberanía nacional, porque los países ya no pueden controlar sus economías como antes y tienen que depender de cadenas globales”, señala Jan Rovny.


Así las cosas, en los años por venir crecerá esta confrontación, no sólo en Europa, en Estados Unidos, donde hay una franca disputa entre liberales y conservadores, y, en América Latina, donde seguramente ayer se dio un triunfo más de la izquierda con la victoria de Inacio Lula da Silva en Brasil; en esta región también veremos estos vaivenes derivados de la crisis económica, del crecimiento de la desigualdad. Los populismos, que no son necesariamente malos, los de derecha y los de izquierda, ofrecerán a sus electores alternativas para sus males. ¿Serán efectivas? ¿Serán realizables?He ahí el gran dilema de nuestro tiempo, del presente y del futuro. De ello dependerá la estabilidad o no de nuestros sistemas de gobierno.

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