Prospectiva

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En política lo que resiste, avanza, y al decirlo nos

hemos inspirado en el arte gótico en que las resistencias

permiten la construcción”


Jesús Reyes Heroles


Sin duda, el fallecimiento de la reina Isabel II es un parteaguas en la historia universal. La más longeva de las tres mujeres monarcas británicas (Isabel I y Victoria I) de uno de los imperios más importantes de la era moderna, deja una huella indeleble no sólo por lo largo de su reinado, además, por su papel en la etapa posterior a la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), período que le tocó cumplir a la muerte de su padre, Jorge VI, quien se convirtió en rey debido a la decisión de su hermano, Eduardo VIII, de optar por el amor “de la plebeya” Wally Simpson, y no por el cetro y el trono del Imperio Británico.


Setenta años ocupó Isabel ese espacio. Siete décadas que abarcan el período de la llamada “Guerra Fría”, en el que el Reino Unido evidenció un debilitamiento producto, en mucho, de los efectos de una guerra, la Segunda, que, si bien ganó, fue a costa de mucha sangre, sudor y lágrimas, como lo anticipara el primer ministro Winston Churchill, luego de suceder a Neville Chamberlain, también tory, que se negaba a aceptar los riesgos que conllevaba el avance del nacionalsocialismo en la Alemania gobernada por Adolfo Hitler.


El conflicto bélico concluyó con una victoria, sí, pero con enormes retos que enfrentar. Churchill fue defenestrado de su cargo no obstante haber sido parte importante de ese triunfo, pírrico a más no poder. El pueblo no perdona el dolor intenso, aunque se cauterice con un triunfo, éste, sin duda, con un alto costo. Jorge VI, en los siete siguientes años (1945-1952), pudo paliar, pero no eliminar el sabor amargo que generó el temor a la derrota, que se mantenía latente en la población, en la que pudo sobrevivir a los bombardeos diarios que durante meses realizó la aviación nazi sobre el territorio británico.


Eso no se olvida, aún con la épica narrativa del “Día D” (Operación Overlord) que permitió a los aliados llegar a Normandía y de ahí iniciar el largo y muy sinuoso camino hacia esa victoria que en junio de 1944 se veía tan distante y compleja. Francia invadida y dividida. La URSS, traicionada por Alemania, resistió la invasión y pudo convertirse en actor importante en la resolución de un conflicto en el que no era, para nada, un invitado, mucho menos para los británicos que habían enfrentado, desde 1919, al final de la Primera Guerra Mundial, los avances del socialismo soviético en Europa y en la Isla.


Ese fue el escenario con el que se encontró Isabel, una joven cuyo abuelo, Jorge V, le anticipó, cuando era una niña, que sería reina; y lo fue, durante esas siete décadas ya mencionadas. A lo largo de esos años, como jefa de Estado, jugó un papel importante en momentos claves para un imperio que se había decantado, que había perdido territorios importantes, como la India, y aceptado, a regañadientes, la independencia de muchas de sus colonias, y hasta el retorno, a la República Popular China, de la “joya de la corona”: Hong Kong, con el riesgo que significaba que esa pequeña isla dejara de ser el epicentro del sector financiero de la región asiática y del propio Reino Unido.

“Triunfa mediante tus acciones,

nunca mediante la discusión”

Novena Ley del Poder

Robert Greene


Isabel I enfrentó, con varios primeros ministros, unos conservadores y otros liberales o laboristas, la herencia de uno de los períodos más intensos de la historia de la Isla: la ruptura de Inglaterra con el Vaticano en tiempos de Enrique VIII, que devino en el cruento enfrentamiento entre la defensora del catolicismo, María Estuardo, (hija de Catalina de Aragón, la primera esposa de Enrique, hermana del poderoso rey de España Felipe II) que intentó abrogar la Reforma Anglicana. Por las ejecuciones que marcaron la restauración del catolicismo en Inglaterra e Irlanda, María I fue apoderada “María la Sanguinaria”.


Se enfrentó a su hermanastra Isabel I quien finalmente la derrotó dejando una profunda herida que todavía no cierra y que obliga a recordar, con el profundo deseo de que no retornen, los tiempos de los enfrentamientos entre católicos y protestantes de Irlanda e Irlanda del Norte, cuya frontera dura establecida por Bruselas a la hora de la salida del Reino Unido de la Unión Europea sigue siendo tema no resuelto.


Ha muerto la reina Isabel II. Los claroscuros impresos en sus biografías, las oficiales y las que no lo son, reposan en el féretro en el que fue inhumada luego de un largo protocolo que convocó a más de 60 jefes de Estado y de gobierno que junto con millares de súbditos desfilaron luego de varias horas para rendirle tributo antes de que, como ya ocurrió, sus restos mortales reposen junto al controvertido Príncipe Consorte, Felipe, el Duque de Edimburgo, que nunca pudo, como ahora si ocurrió con Camila, la esposa de Carlos III, convertirse en rey consorte, su mayor frustración.


Carlos, a los 74 de edad (tuvo que esperar más años que Eduardo VII, el sucesor de Victoria I, que se convirtió en rey a los 52 años y reinó hasta los 62 años), ya es el rey. No goza del carisma y aprecio que su madre tenía, evidenciado es sus exequias; tampoco de los atributos que le permitieron a la hija de Jorge VI mantener viva la llama de régimen monárquico parlamentario que nació de una revolución que decapitó a un rey, Carlos I, aferrado a no darle espacio a la burguesía inglesa que reclamaba el fin del modelo feudal que entronizaba la figura de un monarca absoluto.


El establecimiento de la Cámara de los Comunes y de la forma de gobierno inglés que pervive hasta nuestros días, tuvo que ser aceptado por Carlos II, hijo de Carlos I, para restablecer la monarquía luego de un breve lapso en el que Inglaterra se convirtió en una república (Mancomunidad de Inglaterra), encabezada, primero por Oliver Cromwell, y luego por su hijo.


¿Cuál será el futuro de la corona inglesa? Las encuestas evidencian que mientras los hombres y mujeres mayores de 55 años siguen manifestando su adhesión al modelo monárquico-parlamentario, los menores de esa edad, sobre todo los jóvenes, ya no ven con simpatía esta forma de gobierno que les parece obsoleta y onerosa.

En el Palacio de Winsor, a las afueras de Londres, donde descansan los restos de las seis esposas de Enrique VIII y se exhiben las muchas joyas de la corona, hay varias jaulas con cuervos, custodiadas día y noche por la Guardia Real. Se dice que esas aves garantizan la pervivencia de la corona. Se les alimenta y se les cuida con especial empeño. Hay que esperar no se le de esa tarea a un republicano que decida, una noche oscura, torcerles el cuello a los cuervos de la corona que, por cierto, hay muchos que viven y se alimentan en jaulas de oro.


“Peligro de contagio:

Evita a los perdedores y

a los desdichados”

Décima Ley del Poder

Robert Greene

Mientras las multitudes desfilaban frente al féretro de Isabel II, el mundo seguía girando y los problemas que se padecen, es obvio, no desaparecieron con distractores como el sepelio de la reina más longeva. Vladimir Putin, en su loco frenesí, que evidencia su debilitamiento se atrevió a decir que se había perdido la oportunidad de lanzar una bomba para terminar con la vida de gobernantes occidentales “que pretenden destruir a Rusia”.

El presidente ruso está viviendo las horas más complejas de su ya muy largo mandato sustentado en una visión de futuro amarrada a un pasado que quiere recuperar ante la evidencia de que luego de la caída del Muro de Berlín y la desintegración de la URSS, poco le quedó, salvo las armas atómicas, al imperio que durante 45 años se enfrentó cuerpo a cuerpo con su némesis, los Estados Unidos.


A siete meses del inicio de la invasión rusa a Ucrania, el saldo es totalmente desfavorable para el “zar” ruso. Los invadidos han mostrado y demostrado, desde luego con el apoyo de Occidente, que venderán cara su derrota; no sólo eso, sino que día con día crece la posibilidad de una victoria con saldos nefandos, sí, pero, al final de cuentas, una victoria que signifique haber vencido a quien, en el arranque de esa invasión, lucía muy poderoso, invencible.

La campaña militar rusa ha sido un verdadero fracaso. Desde luego que Moscú nunca dará por ciertas las cifras de bajas, las humanas y las materiales, sumadas a lo largo de más de 220 días de conflicto. Al interior de Rusia, tanto la nomenclatura que opera desde La Duma, el Congreso, afín, aliado e impulsor de esta invasión, está perdiendo la paciencia ante la inoperancia del Ejército y la evidente ausencia de una estrategia que ponga punto final al conflicto, desde luego, con el triunfo de las tropas rusas, cada vez más lejano.


Frente a este escenario, a Putin no le queda otra, ese es el riesgo, que escalar su narrativa amenazante que se centra en el uso de armas atómicas, lo que, como bien apuntó el presidente Joe Biden en su discurso ante el pleno de la Asamblea de las Naciones Unidas el miércoles de la semana pasada, nos pondría, a todos, al borde del abismo.


De ese tamaño es el peligro. Por eso nunca están demás las propuestas orientadas a alcanzar acuerdos para poner fin a la guerra y a sus consecuencias. México ha hecho lo propio (aunque al interior de nuestra polarizada nación surjan comentarios en contra) presentando en la ONU una iniciativa que se suma a la del presidente turco Erdogan, que la semana pasada se entrevistó, por cuarta ocasión, con Vladimir Putin para exhortarlo a lograr un acuerdo que devuelva a Ucrania los espacios invadidos en estos siete meses, incluso, el retorno de la Península de Crimea, ocupada por Rusia desde el 2008.


“La política demanda pasión, pero a la

par, mesura sosiego interno, dominio

de sí mismo, para no intentar dominar a

otro u otros; aspirar a dominar las cosas

y no a los hombres”

Jesús Reyes Heroles

El presidente ruso oye, sí, pero no escucha. Su respuesta a estas iniciativas de paz, a las sanciones que se acrecientan y que, aunque lo niegue, sí están teniendo efectos negativos en su economía y, sobre todo, en la gobernabilidad de un país cuyos habitantes ya no están comprando el discurso ultranacionalista de su mandatario. Mucho menos, cuando ese mismo miércoles su presidente hizo pública la convocatoria para que 300 mil rusos, en la reserva, se sumen al Ejército y participen en esta campaña en la que, como ocurrió en 1905 con la guerra contra Japón, y en 1912, contra el imperio otomano por el control de la Península de Crimea, el resultado sea una derrota que, como sucedió con Nicolás II en 1917, derive en la caída del gobierno ruso.


En estas horas de llamado a misa que Putin se niega a escuchar, nosotros no podemos hacer caso omiso al exhorto de China al mandatario ruso. El miércoles de la semana pasada, en Samarcanda, en un evento que reunió, entre otros, a los mandatarios de China, Turquía, India, y la misma Rusia, le fue transmitido al mandatario de la última un claro y contundente mensaje: Dialogo y negociación ante la escalada bélica en Ucrania. El ministerio de Exteriores chino, responsable de marcar el rumbo de la política internacional de ese país, expresó en un comunicado que “deben apoyarse todos los esfuerzos que conduzcan a la resolución pacífica de la crisis”. ¿Ha cambiado la postura de Pekín sobre la invasión? Desde luego que no. Han procurado mantener la congruencia con su discurso original, eso está claro.


Sin embargo, ante el evidente fracaso de la campaña militar rusa, aderezado con la iniciativa de Putin de realizar consultas en las zonas pro rusas ocupadas en Ucrania para “legitimar su presencia”, crecen las dudas para los gobiernos de China, Turquía y la India, que se abstuvieron de condenar la invasión en la ONU, de que el resultado final sea el ofrecido por su socio que, sin duda, está en graves problemas, en lo externo, sí, pero también en lo interno donde la disidencia ha crecido luego de esa convocatoria a participar de manera obligatoria en la guerra.

Por ello salieron a la calle miles de personas a protestar lo que conllevo el arresto de muchos en un país que ya aplica castigos hasta de 15 años a cualquier opuesto al gobierno y sus estrategias geopolíticas. Por cierto, los que no protestaron es porque estaban en el aeropuerto abordando un avión que los pusiera a distancia de Putin y sus corifeos.


Ese miércoles, en la sede de la ONU en Nueva York, a través de un mensaje grabado y transmitido en sesión de la Asamblea General el presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, exigió a ese organismo internacional “un justo castigo” contra la nación invasora, al tiempo demandó “se levante el de veto de Moscú en el Consejo de Seguridad”.


Ese mismo miércoles, desde la tribuna más alta de este organismo multinacional, escuchamos el mensaje de Joe Biden lanzando una dura advertencia contra Rusia y “sus irresponsables” amenazas de recurrir al armamento atómico: “Ninguna guerra nuclear debe lucharse, ninguna guerra nuclear puede ganarse”.


Sin duda, este organismo multinacional vive, nuevamente, momentos complejos que evidencian la urgencia de una reforma a fondo y de fondo a la que se han negado de manera recurrente. En ese entorno, ante esta circunstancia cada día más difícil de revertir, sobre todo ante un escenario geopolítico que evidencia el fin del hegemonismo norteamericano, a Antonio Guterrez, secretario general de la ONU, no le queda otra cosa que lanzar una advertencia, una alerta: “Viene un invierno en donde el descontento será creciente. La pandemia, la crisis económica que de ella derivó, acrecentada por la Guerra en Ucrania ha provocado una imparable inflación mundial y acrecentado de manera exponencial las desigualdades, es un caldo de cultivo con punto de inflexión y de preocupante similitud a los que dieron lugar a las dos grandes guerras mundiales del siglo XX.


“La política es el método para

conciliar intereses, para superar

divergencias, para resolver las

contradicciones”

Jesús Reyes Heroles


En México no podemos abstraernos del entorno internacional que desde 2020 marca la ruta y define en mucho la narrativa gubernamental. Los opuestos al gobierno que proponen una transformación a fonde y de fondo del entorno nacional caracterizado por la concentración de la riqueza en pocas manos y el abandono de los que menos tienen, insisten, lo seguirán haciendo, en el fracaso de una administración que estableció no sólo líneas de acción, sobre todo, las vías de circulación para poder hacer realidad esta transformación hace diferencia porque no estamos transitando por un cambio de gobierno sino de régimen de modelo político, de la manera de hacer las cosas.


A estas voces discordantes que hacen uso de la libertad que se tiene para hacerlo porque esa es la premisa, les gusta construir su descripción de una realidad parcializada, haciendo a un lado los escenarios en los que se ha tenido que transitar en estos años de pandemia, de crisis económica de ella derivada y, ahora, de los graves efectos de una guerra que provoca inflación desmedida que obliga a los gobiernos a tomar medidas que, lamentablemente provocarán recesión y paros de la economía que nos lastimarán a todos. Por eso urgen las medidas para contener la inflación a partir de acuerdos, de sinergias, en las que empresarios y gobierno establezcan las bases operativas para evitar daños mayores, especialmente en aquellos cuyo salario no permite construir escudos protectores para satisfactores de producto básicos. Además, es impostergable trazar una nueva ruta en la lucha contra la delincuencia organizada para evitar que siga ampliando sus espacios de control en perjuicio de los derechos esenciales e irrenunciables de la población.


El presidente Andrés Manuel López Obrador ha reconocido que modificó su postura con respecto al regreso los soldados adscritos a la Marina y al Ejército y a la Marina a sus cuarteles de donde los saco Felipe Calderón para asignarles, sin un fundamento legal, tareas en la calle para enfrentar la inseguridad. Enrique Peña Nieto hizo lo mismo.


¿Está militarizando AMLO las tareas de seguridad pública? Las oposiciones han insistido en señalar que sí. Luego de que se reforma la Ley Secundaria para transitar a la Guardia Nacional a la SEDENA, pero con un mando civil. La iniciativa de la diputada del PRI, Yolanda de la Torre, consideró necesario ampliar del 2024 al 2028 la estancia de las fuerzas armadas logró la mayoría calificada en la Cámara de Diputados, pero chocó con un bloque de contención integrado por senadores del PRI, del PAN, del PRD y de MC.


Antes de que quedará cancelada, Ricardo Monreal la reenvió a comisiones a pesar de los votos de ese mismo grupo. ¿Cuál será el futuro de esta iniciativa de Reforma a la Constitución? Al momento, al interior del tricolor se buscan los consensos a partir de incorporar en la iniciativa elemento que permitan abrir el ostión: fortalecimiento de las autoridades judiciales, de las policías municipales y el otorgamiento de recursos presupuestales necesarios para hacer realidad el objetivo de esta propuesta: enfrentar de menor manera al crimen organizado. Sigue en el aire la pregunta: ¿Se está militarizando al país? Mientras López Obrador plantea realizar una consulta, no hecha por el INE, sino por la Secretaría de Gobernación, lo que no parece una buena idea ya que la Constitución General de la República niega toda posibilidad de realizar consultas sobre tema de seguridad nacional.


El Financiero, El Universal y Reforma, tres diarios que han encargado encuestas que, unas más, otras menos, establecen que dos terceras partes de la población no se opone a la presencia de las fuerzas armadas en las calles, lo que si demanda son respuestas concretas para enfrentar a los grupos delincuenciales. No citamos al presidente, sino a Humberto Moreira Valdez, líder de la fracción parlamentaria del PRI en la Cámara baja, y a Javier Oliva Posada (entrevistado por “El Financiero” 21/09/2020). El primero, confía en que los senadores que han votado en contra de la reforma constitucional reflexionen sobre la extensión de la permanencia del Ejército en las calles para cumplir, legalmente tareas de seguridad.


Para quien fuera el gobernador de Tamaulipas, desde su óptica, señaló que: “Algunos partidos políticos pusieron por enfrente la animadversión que le tienen al presidente, y no se dieron cuenta que hay tareas que se tienen que hacer en este país, y que son de seguridad, y que se tiene que planear cómo se va a retirar el Ejército de estas.” Para el legislador se ha politizado la palabra militarización. “La gente se apresuró al habla de militarización” cuando ello no está ocurriendo. Moreira ve necesario hacer una consulta, “pero con apego a lo que nuestra Carta Magna mandata”.


Por su parte, el otro interrogado, Javier Oliva Posada le manifestó a la reportera de “El Financiero”, Dulce Roxana Ordaz, que el supuesto de que “AMLO está militarizando al país, no tiene fundamento”. El experto en seguridad nacional desmintió el supuesto proceso de militarización de nuestro país y al tiempo que nos comparte que ay 51 países que tienen a una Policía Nacional. ¿Después de la tempestad, llegará la calma?

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