Tecnología verde: el matrimonio imperfecto entre startups e innovación ambiental

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Tecnologu00eda verde


América Latina es hogar de la Amazonía, del 40 % de la biodiversidad mundial y de algunos de los mayores reservorios de agua dulce del planeta. Sin embargo, también es una de las regiones más golpeadas por la deforestación, la contaminación de ríos y la dependencia de industrias extractivas como la minería y el petróleo.

Frente a esta paradoja, una nueva generación de jóvenes emprendedores decidió apostar por la innovación tecnológica con foco ambiental. No se trata solo de campañas de concientización, sino de startups que buscan ofrecer soluciones concretas: desde plataformas de economía circular hasta sensores de bajo costo para medir la calidad del aire.


Actualmente startups con casos que  revela el dinamismo de un sector todavía incipiente, pero con potencial global como lo son: Solubag (Chile), desarrolló bolsas solubles en agua, que reemplazan al plástico convencional. Hoy exporta su innovación a más de 10 países. Energía Vectorial (México), trabaja en paneles solares accesibles para comunidades rurales, reduciendo costos y promoviendo la autonomía energética. Biodigestores rurales (Colombia), emprendimientos como Sistema.bio permiten transformar desechos orgánicos en energía para pequeños productores. Agrosmart (Brasil), plataforma de big data e inteligencia artificial que ayuda a agricultores a reducir el consumo de agua y pesticidas.


Uno de los mayores obstáculos que enfrentan estas startups es el financiamiento. Según la CEPAL, menos del 7 % del capital de riesgo en la región se destina a proyectos de sostenibilidad o impacto ambiental. La mayoría de inversionistas sigue privilegiando sectores más rentables en el corto plazo, como fintech o e-commerce.

En contraste, en Europa y EE.UU. proliferan los fondos de inversión con criterios ESG (Environmental, Social and Governance), que canalizan miles de millones hacia proyectos verdes. La brecha es evidente: mientras el Norte global financia con fuerza la transición, en América Latina los emprendedores verdes deben navegar solos en ecosistemas poco preparados.


El crecimiento de las startups verdes no está exento de tensiones. La región sigue dependiendo fuertemente de la exportación de petróleo, carbón, cobre y soya. Gobiernos como los de Brasil, México o Venezuela priorizan todavía proyectos de infraestructura basados en combustibles fósiles.

Esto genera un choque cultural: ¿cómo puede una startup que produce energía limpia competir contra megaproyectos petroleros subsidiados por el Estado?

Ejemplo: en México, mientras se promociona el Tren Maya como símbolo de modernización, se multiplican las denuncias de impacto ambiental sobre selvas y comunidades indígenas. Startups locales que promueven turismo ecológico quedan en desventaja frente a un modelo extractivo que sigue siendo política oficial.


la innovación verde no solo responde a una lógica de mercado, sino también a necesidades sociales y culturales profundamente arraigadas en la región.


  • Reciclar en Buenos Aires: jóvenes fundaron cooperativas digitales que conectan a recicladores urbanos con empresas que buscan reducir su huella de carbono.
  • Sustentator (Argentina): startup que instala sistemas de energía solar en hogares y pequeñas empresas, con un modelo de financiamiento accesible.
  • Green Hug (Colombia): empresa que diseña mobiliario a partir de plásticos reciclados, ofreciendo empleo a comunidades vulnerables.
  • Biofase (México): creó bioplásticos a partir de semillas de aguacate, una innovación reconocida internacionalmente.

La mayoría de fundadores de startups verdes en la región son jóvenes menores de 35 años, muchos de ellos egresados de universidades que han incorporado laboratorios de innovación sostenible. La combinación de espíritu emprendedor, compromiso ambiental y acceso a nuevas tecnologías digitales ha creado un ecosistema en el que la juventud lidera.

Ejemplo: en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el programa InnovaUNAM incubó más de 200 startups, muchas de ellas con proyectos relacionados a eficiencia energética y gestión de residuos.


La transformación no depende solo de los emprendedores. Para que las startups verdes escalen, es necesaria una política pública coherente. Algunos países ya ensayan pasos:

  • Chile: desarrolló una Estrategia Nacional de Hidrógeno Verde que incluye participación de startups.
  • Colombia: lanzó el programa CEmprende Verde para acompañar proyectos de economía circular.
  • Brasil: invierte en el programa Agro 4.0 para digitalizar y hacer más sostenible el sector agroindustrial.

El desafío está en garantizar que estas políticas no queden en papel y se traduzcan en financiamiento real, infraestructura y apoyo a largo plazo.


No todo lo que se presenta como “verde” lo es. En la región también proliferan startups que, bajo la bandera de la sostenibilidad, esconden modelos poco éticos o con impactos ambientales mínimos. Es lo que se conoce como greenwashing.

Por ejemplo, aplicaciones de “movilidad sostenible” que en realidad siguen promoviendo transporte altamente contaminante, o iniciativas de reforestación que plantan especies invasoras sin un análisis ecológico serio. El riesgo es que la etiqueta “verde” se convierta en estrategia de marketing más que en compromiso real.


Pese a las dificultades, el potencial es enorme. América Latina tiene abundancia de recursos naturales, Juventud emprendedora, Creatividad cultural para pensar soluciones innovadoras, Creciente presión internacional para avanzar hacia modelos sostenible. Si logra articular estos elementos con políticas coherentes y financiamiento adecuado, la región puede posicionarse como líder global en innovación ambiental.


Las startups verdes en América Latina representan un matrimonio imperfecto entre innovación y sostenibilidad: avanzan con entusiasmo, pero tropiezan con falta de inversión, burocracias y economías todavía ancladas al extractivismo. Sin embargo, el movimiento es imparable. Una nueva generación de jóvenes está convencida de que el futuro no puede seguir escrito con petróleo y deforestación, sino con energía limpia, economía circular y respeto a la biodiversidad.

La pregunta ya no es si estas startups podrán transformar la región, sino cuánto tiempo tardarán en encontrar el respaldo que necesitan para escalar y convertirse en protagonistas de una transición justa hacia la sostenibilidad.


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